Pedro Gascón habla de "Con todo este ruido de fondo o el Imperio de las luciérnagas".

Aquí os dejo las palabras que Pedro Gascón ha dejado caer por Facebook y Twitter. 
Se te quiere mucho, Señor editor.

Vicente Velasco Montoya, nace en Cartagena en 1976. Gestiona junto a su esposa, Raquel Fiuza, la Librería La Montaña Mágica. 
Hasta hoy ha publicado tres libros de poesía: "Ningún lugar" (2012), "Principio de gravedad" (2015) y este "Con todo este ruido de fondo o El imperio de las luciérnagas" (2018). Su vida es una divina comedia, entre el amor y la revolución, cuyo fruto es Dante Velasco Fiuza.

"Con todo este ruido de fondo o El imperio de las luciérnagas" está formado por un corpus de apenas 19 poemas. En él, el ruido y las luciérnagas son el trasfondo temático, el colchón donde descansan estos versos. Las luciérnagas, esos insectos pequeños y simpáticos, a veces mágicos (en la antigüedad, cuando el mundo era más bonito y enigmático, eran llamadas hadas y otros nombres maravillosos) nos deleitan con sus juegos de luces... Hoy, en nuestro día a día, también existen pequeños destellos de luces que nos entretienen y confunden la realidad. 
Vivimos en una sociedad deshumanizada en donde las cosas más insignificantes, al menos para el vivir diario del hombre (animal, ánima, alma) se enfrenta a las falsas luciérnagas que iluminan con sus destellos nuestro cotidiano existir. En este libro se habla de ello, del falso mundo de las apariencias ante todo este ruido, zumbido si se me permite, que nos arrastra deambulando sin apenas tener conciencia plena de esa falsa luz (como la falsa moneda) y de ese continuo bullir de almas tensas que habitamos todo ese ruido de fondo: “Como lunáticos abocados a la negación / desechamos nuestras propias alucinaciones.”, nos llega a decir Vicente en uno de sus magníficos poemas. 
Los sueños son alucinaciones, sin estas, o estos, no tendríamos permanencia frente al futuro, un futuro cada vez más “No future” que gritaran desde el movimiento punk, pero ahora un “No future” adornado de la falsedad de las luces impuestas por aquellos que nos dirigen y no conocemos, y cuyas intenciones son, únicamente, el dirigir a esta legión de animales, ánimas, almas hacia sus propios intereses económicos. Siempre ha sido así, pero ahora, tras conocerlo, nos perdemos en esas falsas luces de luciérnagas, en lo ampuloso de las tecnologías que cada vez nos alejan más de nuestro primigenio estado de animales, ánimas, almas, sin apenas amarre ideológico o incluso sentimental: “Caemos en una terapia inducida por el hastío, / por la crisis de fe, por la condena social”. 
Esa condena que arrastramos igual que un Sísifo agotado al cual tenemos que llamar dichoso por el simple hecho de existir y dirigir su estoico cometido: soportar el peso de la gran roca, así como la cuesta en la montaña, y llamarlo dichoso, pese a su carga, pese a esa luz de engaño que le ilumina, esas luciérnagas que muestran su quimérica luz, pese a ese ruido de fondo que distorsiona su destino: “Con todo este ruido de fondo / sólo queda convertirnos en poema, / asumir la sed, totalmente solos, / nadie a la espera. Sin señal alguna.”
Pedro Gascón


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